Los
placeres más pequeños son los de mayor deleite, especialmente si ellos implican
juzgar y hacerle pasar un mal rato o una falsa felicidad a los demás, como
hacemos en toda venta de teléfonos celulares.
Me
siento a gusto siendo el encargado y creerme dueño del lugar, pautando un
horario de atención al público y abriendo más temprano para hacer sentir a mis
compañeros de trabajo unos miserables que llegan tarde y, cuando creen que ya
me agarraron la caída, llegar tarde haciéndoles esperar o simplemente no voy ni
les aviso por el grupo de WhatsApp donde siempre les envío stickers y amenazas
disfrazadas de consejos. Ya veo cómo me resuelvo con el dueño, invento un corte
eléctrico o visita de la oficina de impuestos a la cual eludimos y listo.
El
mayor placer de una venta de teléfonos celulares es tener a un personal fuera
de la tienda dañando su cervical, pegada del teléfono y sintiéndose feliz de
usar el WiFi que ya les desconté de su mísero salario cuando firmaron el
contrato (y no saben que podrían estar ganando más).
Sus
caras de indignación cuando llega a alguien a preguntarles un precio y les
interrumpe su chat o lo que hagan con su celular me fascina, porque poco a poco
se está mermando ese vigor y voluntad por atender bien a la gente y pronto
explotarán contra alguno, haciéndome que yo salga a defender a dicho cliente,
quede como un héroe y me gane la comisión completa, no fraccionada como de
usual sucede, cuando le quito del porcentaje a los otros vendedores y no lo
saben (era más, pero fijé menos en sus contratos).
Para
alimentar mi placer, converso con ellos y les indico que siempre deben sugerir
el teléfono más caro y de más exigencia, así sea una viejita que apenas se
resignó de abandonar el teléfono de disco.
Que
cuando alguien pida un teléfono barato, les vean con la mirada más despectiva
que les hagan sentir unos pobres pordioseros que llegaron a nuestra venta de
teléfonos celulares a pedir limosna.
Deben
enfáticamente decirle a la gente que el
teléfono que les gusta y pueden pagar no les sirve, que debe ser el
otro, el que tenemos represado o en demasiadas cantidades aunque sepamos que es
una porquería de teléfono. No importa que el cliente sufra, mientras nuestro
stock de teléfonos chatarra, se acabe.
Además,
decirles que es el tamaño de la memoria lo que importa aunque eso no es del
todo cierto ya que se le puede agregar una tarjeta adicional que nosotros no
vendemos y no vamos a estar beneficiando a la competencia.
Como
en toda venta de teléfonos celulares, hay que hacer énfasis en la cámara,
incluso a la gente fea con familia fea y casa fea, porque con el sistema de
embellecimiento de fotos, eso se arregla o al menos, pasa de no fotogénico a
más o menos fotografiable.
Nuestra
venta de teléfonos celulares no escapa de las payasadas de las redes sociales,
por lo que debemos agarrar a la menos fea de nuestras vendedoras, obligarla a
lavarse las uñas y que aprenda a leer y hablar de corrido como locutora
profesional, para que sea la imagen en los videos de TikTok.
De
hecho, aparte de mí, en esta tienda todos deben aparecer en TikTok con
cualquier payasada, ya que eso parece vender. Eso sí, mostrando las supuestas
virtudes del teléfono.
¿Por
qué hacerlo?, hay una manga de supuestos libres pensadores que buscan información
veraz sobre los teléfonos en las redes sociales y eso les ayuda a elegir el
menos peor. Debemos contrarrestar eso con nuestros videos y asegurarles que
somos incapaces de mentir para promocionar un mal producto, cosa que es verdad,
porque acá mentimos para salir de ese mal producto, lo que es diferente.
Un
placer que me doy en secreto es el de tener varias cuentas en TikTok y YouTube
hablando pestes de los teléfonos baratos. No saben cómo gozo cuando leo a
alguien respaldarme diciendo que tal o cual modelo le falla o que vio el video
justo luego de comprárselo, ayudándome a que se vendan los más caros y también
ayudando a la sociedad para que menos gente tenga teléfonos de pobres.
Los
comentarios de quienes sí les funcionan esos teléfonos y están felices con sus
compras que les resultaron económicas, los refuto o elimino, esa gente sólo
quiere arruinarme mis comisiones.
Ofrecer
servicio técnico en nuestra venta de teléfonos celulares ha sido una de las
mejores ganancias. Nuestro técnico tiene órdenes precisas de abrir el teléfono
y decir que el mismo es irreparable y que no lo cubre la garantía, sacando
alguna pieza para que no vayan a decir que es una mentira esta otra mentira.
Luego,
remitirle conmigo para venderle algún otro teléfono o al menos cobrarle lo que
creyó el cliente era una revisión gratuita del teléfono, pero eso de gratis no
aplica el día que fue, sino el siguiente.
Todos
los placeres de trabajar en una venta de teléfonos celulares cambian según el
día y los modelos de teléfonos similares, interminables y casi todos pésimos
que salen cada semana, además de la cantidad de dinero que tenga el cliente y
su modalidad de pago.
A
propósito, gracias a los sistemas de crédito por aplicaciones a los que estaos
afiliados, hemos podido aumentar los precios un 150%, cosa para la cual mis
esclavos…vendedores (que siguen trabajando por necesidad y porque se les subió
a la cabeza el supuesto título de “ejecutivos de ventas”), deben asegurarle a
la gente que no les va a afectar el bolsillo en la cuota inicial, sin
aclararles que son las cuotas adicionales y el sobreprecio lo que les hará
vender el teléfono para pagarlo y todavía seguirán debiendo.
Así
que, mientras el dueño de esta y otras franquicias no me descubra, seguiré
reportando supuestas ganancias que compenso con los precios elevados y motivaré
a empleados y empleadas a descubrir que el mundo no es bonito y cortés con el
cliente como sus padres y maestros les hicieron creer, especialmente cuando
existan personas como yo, un gran encargado de una miserable tienda de venta de
teléfonos celulares.