No fue fácil conseguir un indicio, pero luego de que alguien viera a una figura extraña dejar una flor junto a una botella de anís El Mono llena cada noche de luna llena junto a la casita de perros que se le hace a los difuntos a las orillas de la carretera, nuestro equipo de investigación, ergo, varios metiches, pudieron contactar con un señor gordo sin camisa y que debería hacerse una gigantesca ginecomastia, que vende chicharrones en la vía de El Guapo en el Estado Miranda para que nos diera detalles del paradero de ese personaje al que debíamos entrevistar para el bien de nuestros lectores a los cuales no les interesaba el tema.
El señor nos dijo que ese ser ha estado por más de 50 años haciendo lo mismo y sólo él estaba pendiente del suceso. Creímos que era por su repetición que mostraba un dolor de alguien errante, pero no, era por el anís. Nos indicó a dónde se dirigía, dejamos nuestro vehículo en la parte de atrás de su chicharronera y en una noche en la que por lo visto queríamos morir por la noticia al estar en tan peligroso lugar, lo vimos y seguimos.
Caminó un gran trecho y nosotros detrás de él hasta que nos percibió y salió corriendo. Nosotros también corrimos por él y porque percibimos que también nos seguían. En una apartada trocha que al final tenía una casa con un bombillo amarillo de 40 watts en el pórtico se adentró, le pedimos que nos dejara pasar y aunque echó 2 tiros al aire para espantarnos, insistimos, ya que los que venían detrás de nosotros tenían ganas de dispararnos al cuerpo. El riesgo era menor y al mostrarle la cámara y grabadora, nos dejó pasar.
Sí, era él, el señor Len. Su mirada adusta, sus arrugas, algo jorobado, temerosos, con ojeras moradas como berenjenas. Con una voz casi que gastada y que él aducía a los tantos alaridos que profiere de vez en cuando, nos preguntó qué queríamos.
Le dijimos que queríamos la verdad, que qué había pasado con él luego de aquella noche fatal.
En esta parte debemos aclarar a los lectores quién es él en realidad. Len Contreras es el Len de la canción que ustedes conocen, culpable de uno de los peores accidentes de la historia y que muchos recuerdan así: "Había un letrero de desviación, el cual pasamos sin precaución, muy tarde fue, y al LEN frenar, el auto volcó y hasta el fondo, fue a parar".
Algunos alaridos estentóreos como cuando estamos durmiendo y nos asustamos pero tenemos la almohada en la boca se escucharon de él cuando le tocamos el tema. Nos mostraba pedazos del carro que adornaban sus paredes junto a la foto de su amada y el volante con el que a veces acompañaba sus recuerdos dic ien´dose "¿por qué no vi los letreros, por qué?".
Ya estábamos avergonzados de la entrevista y la hora, pero no nos íbamos por saber más, por la nota y porque aún estaban los facinerosos de la zona esperando hacernos no sé qué.
Señor Len, -preguntamos-, ¿qué fue entonces lo que lo distrajo?
Realmente lo que se confabuló fue todo lo que no debía: la oscuridad, la lluvia, mi astigmatismo y que yo, que era un galán para mi novia la iba contemplando mientras ella sensualmente me enseñaba cómo se le había ido un hueco a sus pantimedias. En los 60's eso era lo más sensual que odiamos contemplar de nuestras chicas sin habernos casado. Entonces yo iba airosos, le metí 100km al Dodge que yo tenía para llegar a su casa aprovechando que no estaban sus padres y poder bailar un disco de Elvis Presley que ella tenía. Y como decía que era una desviación y yo jamás había manejado por allí, no sabía qué sendero tomar así que usé el que iba de bajada, ya que eso ahorra gasolina.
En ese momento, la entrevista se tornó rara, tanto por lo sosa de la histori como por el riesgo que corríamos indebidamente por este caliche. Y como todo se puede poner peor, Len continuó:
Sólo recuerdo que caímos por el voladero y ella me pedía que le ayudara con el cinturón de seguridad pero yo por mi naturaleza cobarde, abrí la puerta mía y me lancé; caí en unas matas de cayena muy suavemente mientras vi que el carro se volvía chatarra con ella dentro.
Pero, ¿no y que no sabía de usted?
Yo no compuse la canción
Bueno, ¿y que ocurrió luego?
La saqué y empecé a gritar, "Gracias al cielo sobreviví; pobrecita ella, pobrecita".
Señor, ¿ella no le dijo que le esperaba a donde está Dios?
Eso sí, me lo dijo.
¿Y entonces?
Bueno, es por eso que hago lo que me dijo una bruja, que cada noche de luna llena le lleve anís y rosas; el anís para que me olvide y la rosa para que me perdone.
¿Siente que eso le ha resultado?
Creo que sí, porque de resto ya me hubiese llamado a formarme un berenjenal, ella era así de estricta.
Cuando ya estábamos totalmente desconcertados ante ésto, vimos que se acercaba a la puerta y dejaba entrar a los malandrines que nos seguían y que nos despojaron de todo.
Pero, ¿por qué permitió ésto?
Porque sí no lo hago, me matan, y aunque han pasado 50 años, temo presentarme ante mi novia allá en el cielo o donde esté. Las cuaimas son de temer y más cuando uno les da motivo, quizá me guarda rencor por algo tan trivial como hacerla que se matara.
¿Y va a seguir con esa cobardía tan característica por eso que le atormenta?
Sí, es un pequeño pago que pago por lo que pe pagan de royalties por EL ÚLTIMO BESO en inglés y en español, canción que sigue generando regalías y que es parte del secreto de mi longevidad.
Momento señor Len, usted nos dijo que no escribió la canción
Yo no, pero mi novia no es la única muerta que tengo en mi haber, el compositor llegó un tiempo luego del accidente a entrevistarme, la escribió acá, le puso música y cuando la terminó y me la enseñó, le di con este mismo volante y...
En ese momento, mi camarógrafo, mi asistente y yo salimos despavoridos de esa casa, prometiéndonos firmemente no entrevistar más nunca a desconocidos y menos en parajes apartados, donde pasa cada desgracia porque hay sujetos esperando incautos para robarles las pertenencias, el tiempo, la vida y las canciones.
Nota: Cuando llegamos a donde el chicharronero, nos dimos cuenta que le sacó el aceite al carro para hacer una nueva orden de chicharrón galleta. Tuvimos que llamar a una grúa a donde una señora que nos cambió la llamada por montarle una láminas de zinc a su baño rural. Luego llegamos a la ciudad viendo al gruero comiendo chicharrones y extrañados de por qué no queríamos cuando nos ofrecía.
Lcdo. Argenis Serrano - @Humoristech
El señor nos dijo que ese ser ha estado por más de 50 años haciendo lo mismo y sólo él estaba pendiente del suceso. Creímos que era por su repetición que mostraba un dolor de alguien errante, pero no, era por el anís. Nos indicó a dónde se dirigía, dejamos nuestro vehículo en la parte de atrás de su chicharronera y en una noche en la que por lo visto queríamos morir por la noticia al estar en tan peligroso lugar, lo vimos y seguimos.
Caminó un gran trecho y nosotros detrás de él hasta que nos percibió y salió corriendo. Nosotros también corrimos por él y porque percibimos que también nos seguían. En una apartada trocha que al final tenía una casa con un bombillo amarillo de 40 watts en el pórtico se adentró, le pedimos que nos dejara pasar y aunque echó 2 tiros al aire para espantarnos, insistimos, ya que los que venían detrás de nosotros tenían ganas de dispararnos al cuerpo. El riesgo era menor y al mostrarle la cámara y grabadora, nos dejó pasar.
Sí, era él, el señor Len. Su mirada adusta, sus arrugas, algo jorobado, temerosos, con ojeras moradas como berenjenas. Con una voz casi que gastada y que él aducía a los tantos alaridos que profiere de vez en cuando, nos preguntó qué queríamos.
Le dijimos que queríamos la verdad, que qué había pasado con él luego de aquella noche fatal.
En esta parte debemos aclarar a los lectores quién es él en realidad. Len Contreras es el Len de la canción que ustedes conocen, culpable de uno de los peores accidentes de la historia y que muchos recuerdan así: "Había un letrero de desviación, el cual pasamos sin precaución, muy tarde fue, y al LEN frenar, el auto volcó y hasta el fondo, fue a parar".
Algunos alaridos estentóreos como cuando estamos durmiendo y nos asustamos pero tenemos la almohada en la boca se escucharon de él cuando le tocamos el tema. Nos mostraba pedazos del carro que adornaban sus paredes junto a la foto de su amada y el volante con el que a veces acompañaba sus recuerdos dic ien´dose "¿por qué no vi los letreros, por qué?".
Ya estábamos avergonzados de la entrevista y la hora, pero no nos íbamos por saber más, por la nota y porque aún estaban los facinerosos de la zona esperando hacernos no sé qué.
Señor Len, -preguntamos-, ¿qué fue entonces lo que lo distrajo?
Realmente lo que se confabuló fue todo lo que no debía: la oscuridad, la lluvia, mi astigmatismo y que yo, que era un galán para mi novia la iba contemplando mientras ella sensualmente me enseñaba cómo se le había ido un hueco a sus pantimedias. En los 60's eso era lo más sensual que odiamos contemplar de nuestras chicas sin habernos casado. Entonces yo iba airosos, le metí 100km al Dodge que yo tenía para llegar a su casa aprovechando que no estaban sus padres y poder bailar un disco de Elvis Presley que ella tenía. Y como decía que era una desviación y yo jamás había manejado por allí, no sabía qué sendero tomar así que usé el que iba de bajada, ya que eso ahorra gasolina.
En ese momento, la entrevista se tornó rara, tanto por lo sosa de la histori como por el riesgo que corríamos indebidamente por este caliche. Y como todo se puede poner peor, Len continuó:
Sólo recuerdo que caímos por el voladero y ella me pedía que le ayudara con el cinturón de seguridad pero yo por mi naturaleza cobarde, abrí la puerta mía y me lancé; caí en unas matas de cayena muy suavemente mientras vi que el carro se volvía chatarra con ella dentro.
Pero, ¿no y que no sabía de usted?
Yo no compuse la canción
Bueno, ¿y que ocurrió luego?
La saqué y empecé a gritar, "Gracias al cielo sobreviví; pobrecita ella, pobrecita".
Señor, ¿ella no le dijo que le esperaba a donde está Dios?
Eso sí, me lo dijo.
¿Y entonces?
Bueno, es por eso que hago lo que me dijo una bruja, que cada noche de luna llena le lleve anís y rosas; el anís para que me olvide y la rosa para que me perdone.
¿Siente que eso le ha resultado?
Creo que sí, porque de resto ya me hubiese llamado a formarme un berenjenal, ella era así de estricta.
Cuando ya estábamos totalmente desconcertados ante ésto, vimos que se acercaba a la puerta y dejaba entrar a los malandrines que nos seguían y que nos despojaron de todo.
Pero, ¿por qué permitió ésto?
Porque sí no lo hago, me matan, y aunque han pasado 50 años, temo presentarme ante mi novia allá en el cielo o donde esté. Las cuaimas son de temer y más cuando uno les da motivo, quizá me guarda rencor por algo tan trivial como hacerla que se matara.
¿Y va a seguir con esa cobardía tan característica por eso que le atormenta?
Sí, es un pequeño pago que pago por lo que pe pagan de royalties por EL ÚLTIMO BESO en inglés y en español, canción que sigue generando regalías y que es parte del secreto de mi longevidad.
Momento señor Len, usted nos dijo que no escribió la canción
Yo no, pero mi novia no es la única muerta que tengo en mi haber, el compositor llegó un tiempo luego del accidente a entrevistarme, la escribió acá, le puso música y cuando la terminó y me la enseñó, le di con este mismo volante y...
En ese momento, mi camarógrafo, mi asistente y yo salimos despavoridos de esa casa, prometiéndonos firmemente no entrevistar más nunca a desconocidos y menos en parajes apartados, donde pasa cada desgracia porque hay sujetos esperando incautos para robarles las pertenencias, el tiempo, la vida y las canciones.
Nota: Cuando llegamos a donde el chicharronero, nos dimos cuenta que le sacó el aceite al carro para hacer una nueva orden de chicharrón galleta. Tuvimos que llamar a una grúa a donde una señora que nos cambió la llamada por montarle una láminas de zinc a su baño rural. Luego llegamos a la ciudad viendo al gruero comiendo chicharrones y extrañados de por qué no queríamos cuando nos ofrecía.
Lcdo. Argenis Serrano - @Humoristech
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