Cuando surge la conjunción de alineamiento de
planetas, los ríos intimidan a los mares y les hacen retroceder y cuando los influencers
jóvenes no dicen una estupidez, surge una cajera perfecta.
Este fenómeno no se da a diario, mucho menos el que
nosotros los simples humanos, podamos encontrar en nuestras vidas esta
divinidad más de una vez por cada tiempo de existencia.
Cuando se tiene esa fortuna, difícilmente se podría
perdonar el que no insistas en encontrarle una y otra vez, ya que esa cajera
perfecta puede depurar el tremendo daño que millares de cajeras imperfectas
existentes, nos han hecho en el transitar de nuestras compras, como por
ejemplo:
-
Cerrar la caja
justo cuando nos toca.
-
Pasar un
artículo dos veces, cobrarlo y no darnos cuenta hasta estar en casa, cuando
botamos la factura y ya la queja es inválida.
-
Esa cajera que
defiende a ultranza a su jefe, atacándonos, como si nosotros somos caza
recompensas que vamos tras un ladrón solicitado.
-
Esa cajera que
paga con nosotros la falta de amor, afecto y apretujamiento que no le dan en su
casa, precisamente porque en su casa se comporta como en su trabajo.
-
Aquella cajera
que cree que todos los hombres quieren con ella, por lo que entra en modo
defensivo cuando nadie le está atacando, sólo queremos que nos cobre el azúcar
que ella misma acaba de romperle la bolsa al apretujarla llena de rencor
mientras la pasaba por el lector.
Este sufrimiento no sucede con la cajera perfecta,
esa deidad que nos trata con amabilidad, no se enfurece si salimos corriendo a
buscar un artículo más al ver que nos alcanzó o sí sacamos los dos kilos de
carne que pedimos extras a sabiendas que no la podíamos pagar.
Pareciera que esa mujer nació no para cajera, sino para coaching de
vida, sólo que lo aplica en un modelo de trabajo realmente rentable, social y responsable frente a
una caja registradora, un punto de venta, un lector de código QR, una impresora
y el banquito que ya amoldó a sus posaderas.
Esa cajera perfecta nos estimula a volver al mismo
lugar a comprar, incluso cuando sus precios sean un poco mayores. Pero el
espectáculo natural de verle sacar una fila de diez personas más rápido, eficaz
y cordial que sus compañeras, bien que vale el adicional de gasto.
Que te trate con un saludo amable al verte y
despedirte, puede volarte los sentidos y hacerte tener una retrospectiva de
“¿De cuándo acá las cajeras saludan?”; incluso sí estás lleno de amargura o has
perdido la fe en la humanidad, la cajera perfecta te regresa al buen camino y
te recuerda que sí hay esperanza.
Cuando la cajera perfecta se va a otro
establecimiento, la búsqueda frenética es ineludible, con la esperanza de que
esté en el mismo rubro, porque si pasa de la caja de un supermercado a la caja
de una ferretería, si bien administrativamente es igual para ella, yo no me veo
comprando martillos, destornilladores y clavos a cada rato. Necesito hierro en
mi dieta, pero no así.
Si la cajera perfecta se retira, definitivamente que
se apaga una estrella, de seca un río, se parte un columpio con una abuela
cargando a su nieta. En fin, ocurren cosas que te vuelven a trabar la vida.
Porque el ciclo natural de una cajera perfecta es
idéntico al nuestro, así que solamente le podemos conseguir una vez en la vida
–que es una gran fortuna- y sí estás bien bendito por todas las fuerzas
celestiales, dos veces, lo que te hace un ser de luz por rebote.
Jamás dejes de procurar que te atienda; incluso con
sus compañeras sentirás la diferencia y lo que compres no te sabrá igual,
incluso el papel higiénico será más rasposo si ella no te lo cobra. Cuídale
como el recurso natural no renovable que es.
Si acaso un empleador le despide, es porque se dejó
convencer de la envidia de las otras cajeras. Tu deber de cliente bendito es
procurarle otro empleo y velar porque esté bien, incluyendo a su familia, su
perro y la señora de la bodega de la esquina donde ella va a comprar, sitio
donde le tienen un altar y se sienten indignos de siquiera escuchar cuando ella
le pega con la llave a la reja para pedir algo.
Esa gente, yo, millares de personas y ahora tú,
saben que esa cajera perfecta, la que te cobra rápido, bien, amablemente, con
tolerancia e incluso escucha cualquier superfluosidad que tú le digas y sonríe
con sinceridad, esa persona es única como el coltán, el zafiro y la miel de
abejas que no está rendida con caña de azúcar.
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