Una niñez sana es el anhelo de cada padre, madre o
representante y, por retruque, para un país, en la esperanza de que sean sanos
física, mental y actitudinalmente para el futuro propio y de todos.
Reconozcámoslo: La adolescencia y adultez se
encargan de dañar todo eso.
Pero para quienes no estamos dañados por haber
tenido una niñez sana gracias a nuestros padres y al entorno y la estabilidad
nacional, los recuerdos de esos tiempos en que uno se subía a un árbol de
mangos con un paquete de leche, otro de azúcar, lo mezclaba a mano con la
fruta, lo comíamos a placer en el copito del árbol y pasábamos de 3 a 5 días
con diarrea, eran tiempos felices.
Valía la pena estudiar, ver televisión, ver
televisión y estudiar y viceversa hasta llegar y llevar toda una mezcla rara de programas de televisión
y ejercicios matemáticos al salón, porque igual se transformaban en
herramientas para la vida, comenzando por la creatividad y saber que el trabajo
constante es lo que se gana los gustos.
Una niñez sana,
un ejemplo a seguir
Vale la pena colocar ejemplos nobles, grandiosos,
intachables y llenos de la mayor y mejor inocencia del mundo, para poder medio
orientar a los abducidos y debiluchos padres de ahora, cómo se cría a una niñez
sana.
De allí que el mejor ejemplo que he podido
conseguir, es el de una niñez sana y excepcional que conocí frente al espejo.
Sí, yo soy un adulto sano porque tuvo una niñez sana donde se sacudió de todo
mal y me transformó en ese maravilloso ser que desean y respetan, aunque sea
lamentable que sean algunos “hombres” los que me desean y las mujeres, las que
me respetan.
Cuando era niño…
Por ser hijo único, debía tener amigos imaginarios.
Aunque el mejor de todos resultó un traidor que se fugó con mi novia
imaginaria. Hace poco me enteré que ella estaba embarazada de él y que tendría
un parto psicológico.
De allí tomé la costumbre de hablar solo, lo que
para algunos es parte de una niñez sana porque motiva a la creatividad. Y esa
creatividad maravillosa, prodigiosa y plena de humildad se mantiene viva y ya
no hablo solo, salvo en los momentos en que necesito una segunda opinión de
alguien verdaderamente inteligente y confiable.
Pero mi mayor muestra de que mi mente e un sanitario
limpio, por o sana e impecable que es, es que en mi etapa infantil yo utilizaba
el talco de bebé y lo esparcía en el suelo a manera de cerritos que bordeaban
un camino que era surcado por un río de alcohol isopropilico que regaba
generosamente y le prendía fuego.
Esto con el fin de jugar con mis carritos en
situaciones posibles de la vida adulta, lo que indica que yo era un niño
adelantado a mí época.
Tanta es mi madurez que debo reconocer que ello
asemejaba a instintos piromaníacos que debían tener un fin o podían salirse d
mi control y convertirme en todo lo horrendo que no soy, al menos no mental,
social y espiritualmente.
Allí, el destino intercedió para que mantuviese una
niñez sana y una adultez estupenda y llena de carencias afectivas, económicas y
de sushi y chicharrón como la que tengo ahora, todo ello logrado con una brisa
como aquella que soplan en La Rosa de Guadalupe.
Esa brisa hizo que el fuego creará ignición en una toalla y un interior de mi papá que se encontraban colgando en la ventana y que –a mi parecer- son un riesgo para la humanidad, porque son altamente flamables, en poco segundos se hizo cenizas.
El aroma a quemado, mis ruidosos intentos de extinguirlo
y el saber que cuando un niño tiene mucho rato callado y no está durmiendo, es
sinónimo de que está inventando algo que terminará mal, hizo que mis padres se
apersonaran al cuarto, justo cuando pretendía esconder las evidencias bajo el
colchón, algo que no iba a servir, pero que surgía de ese bloqueo de autor que
tenemos cuando sabemos que nos van a sonar.
Y sí, me sonaron con todo lo que encontraron,
siempre respetando partes vitales, ojos, yugular y demás lugares que pueden
crear gente tullida, tal cual es una buena zurra correctiva dada por los padres
que quieren una niñez sana para sus hijos.
Eso me enseñó a divertirme con cosas menos fogosas y
costosas, lo que quedó para mi adultez, cuidándome de los gastos excesivos y de
las mujeres muy fogosas, que también te salen costosas.
Así, con hechos y no regaños o castigos pueriles,
débiles y que pueden crear hijos que entremezclen a Bart Simpson, Eric Cartman,
Chucky con cualquier comisario policial o capitán militar, venezolano
terminando siendo un Frankenstein asesino y retozón, es como se cría a una
niñez sana.
¿O acaso creen que una persona que esté floja de las
agarraderas de la coherencia, puede crear un artículo anecdótico y verídico
así?
Argenis Serrano - @Humoristech
Posdata: No hablé de La Rosa de Guadalupe, sólo di una idea para un hermoso episodio para esa serie, para que al fin transmita algo que valga la pena.
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