Pobre de Ricky Ricón, que ya ni en revistas
o televisión sale. Le cayó la mala suerte de Macaulay Culkin y ese pobre
angelito no se mostró más.
¿De qué sirve tener tanto dinero sí vas
a estar solo?, porque los padres ricos no tienen mucha tendencia a
reproducirse, porque tienen mucho que hacer y saben administrarse.
En cambios los pobres se reproducen
porque ni televisor tienen y a algo deben jugar. Usualmente es a la mamá y el
papa. Y son malos jugadores.
Ricky Ricón no ha padecido esos
instantes de la pobreza más abyecta como:
-
Sacarle el arroz al salero para
comérselo.
-
Bajar los zapatos de los cables de electricidad
para volvérselos a poner.
-
Aplaudir cadenas, reguetón o cuando a alguien se le parte un vaso.
-
Jugar Monopoly con el tablero de otro
niño y robarle los billetes y las propiedades, así como que entrenándose para
la vida.
-
Jugar a la pelota de goma con un pote de
un jugo que no compraron, lo rellenaron con piedras, amarraron con harapos y
terminan sonándoselo en la espalda, comenzando una pequeña guerra civil entre
ellos y que sus padres culminan por el derecho a que un niño le pegue a otro,
que no se deje.
Ricky Ricón se ha perdido todo eso,
envuelto en la soledad de la riqueza, que te coloca sombras de que te quieran
nada más por tu dinero, por las joyas de tu mamá, porque tu papá es trasladado
en camioneta blindada o hay un Mc Donald’s en tu propia casa, al que no va
nadie…como en los Mc Donald de Venezuela pues.
Tener tanto dinero para ser visto por
las tiendas como el “Mira, ahí viene Ricky Ricón, véndele más caro”, lo que es
un símbolo de pobreza de espíritu y degradación comercial francamente
recurrente.
Cuando no se tienen amigos que te
aprecien tal cual eres y con lo que tengas, de esos que se sientan en una acera
a comerse un perro caliente y brindan a un perro o a un limosnero porque es lo
que tienen y no pueden ver a uno más fregado que ellos, de esos amigos que le
faltan a Ricky Ricón, realmente no se tiene nada.
Ricky Ricón, con todo el dinero de sus
padres y que él ya usufructúa para poder consolar su solitaria vida
privilegiada, tan solo añora estudiar en escuela pública, subirse al Metro,
comprarse un barquillón, andar en chancletas en la lluvia, ver televisión en
casa ajena, aprender a manejar bicicleta con bicicleta prestada.
Y todas esas cosas sencillas y amenas,
que están libres de banalidades, pretensiones y presiones, sólo las vemos
agradables cuando la presión de la vida de adultos nos obliga a estar produciendo
para subsistir, perder vida social, fingir una vida social en las redes
sociales, tener menos amigos vivos o en el país, ensimismarnos y tener cosas,
pero no tener a nadie con quién disfrutarlas.
En fin, de adultos somos el niño Ricky
Ricón, pero sin su dinero, sólo con la calamidad de una adultez que se vuelve
un círculo vicioso y sin sabor. Y sí de adultos no lo aguantamos y pocas veces
solucionamos, ¿Cómo lo va a hacer un niño?
Porque la paz, la tranquilidad, la
verdadera amistad, la desenvoltura y picardía, no se compran. O nacen o se
aprenden desde adentro, pero nadie te las vende.
Ese es el motivo de que ya no publiquen
a Ricky Ricón, no porque sea una caricatura vieja, eso no es excusa, sino que
nos recuerda que aun teniendo las cosas que logramos para sentirnos honrados de
labrar, tanto lo material que va en segundo plano, como la familia, amigos y
compañeros que logramos tener de nuestro lado, siempre nos la vamos a pasar
añorando aquello que no tenemos y que llamamos etapas del éxito, cuando son el
desplazamiento de éxitos anteriores que no supimos hacer crecer y enriquecer
más.
O sea, que tú y yo, somos un Ricky Ricón
endógeno, sin dinero, pero con la tribulación de estar rodeados de pobreza, que
no valora la riqueza de nuestra alma, que es siempre mayor a la de nuestros
bolsillos.
Pero el día llegará para él, para ti y
para mí, en que aparecerán o reaparecerán esos tesoros de amistad que nos harán
de nuevos millonarios, porque invertimos mucha buena voluntad en amasar tal
fortuna.
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