El Cumbanchero

 



Cuidaba carros en una calle que se consiguió para él. Con lo que se ganó en una semana se compró un MP3 de 16GB, que llenó de salsa brava, merengue apalmbinchao, reguetón del más urbano (grosero) y la mitad en vallenato.

La música es su norte.

Trabajó de caletero la siguiente semana. Con lo que se ganó en un mes se compró un iPod con 32GB. Le metió más de lo mismo y las de moda, incluyendo a Arjona para dedicarlas a una jevita. La música es lo suyo.

Luego consiguió un empleo temporal (3 meses) de ayudante en una obra. A duras penas cargaba la carretilla. Se lesionó y le indemnizaron por incapacidad + el sueldo. Con ello se compró una moto y unas cornetas. Las unió a como pudo con unos panas que pegan papel ahumado y ahora transporta su joropo de despecho, la música grupera mexicana y más vallenato a donde va.

Lleva la música en el alma. 

Haciendo unos tigritos de motorizado en una oficina en la mañana y a unos panas sospechosos a los que transportaba rápidamente con personas detrás de ellos gritando ¡párenlos, párenlos!, vendiendo los restos de la moto (que poco a poco se había estado desarmando como es común), pudo ganar dinero suficiente y se compró un carro.

Usando todo el espacio del maletero (lo que vayan a transportar a futuro le tocará ir en el asiento trasero), colocó las cornetas más grandes que consiguió.

Los mejores bajos y demás peretos para que suene fuerte aunque dañe el oído y por ende el equilibrio, el estómago, próstata y hemorroides, pero eso no importa, llenará de “su” música el entorno. Pidiendo a los vendedores de CD lo más actual aunque sea malo, ya que el colocarlo repetidas veces y a full volumen lo hace bueno, lo hace música.

Así sus vecinos y la ciudad aprenderán a valorar su música, la que él lleva en el alma.

Más de esos trabajitos ayudan a comprar cosas para la casa de la jevita donde arrimado ya vive. Las cosas son un equipo de sonido de alta tecnología y unos cajones especiales que mandó a hacer. Quiere que la música que le ronda en el alma sea distribuida hasta donde llegue el último dígito del control de volumen. A quien no le guste, que la oiga hasta que sí o vaya a ver qué hace.

Para eso él trabaja, para su música de noche y de día, cada día.

La música le acompaña y le insta a esforzarse. Cada trabajo es más música comercial nueva que esté sonando, sin importar la letra, ritmo, cadencia o voces sintetizadas.

Es la vida de un bohemio que se dedica a llenar el ambiente de lo que él oye a la brava, sin importarle ley, amistad, cívica o salud ajena. Lo que vale es el poder de su música.

Y poco a poco se enfermó de los órganos arriba citados por el “bum bum bum” de las cornetas y por no ocuparse de comprar comida sana, sino de gastar en necesidades impuestas. La jevita lo botó, el carro se le averió, el iPod se le mojó.

Lo peor de la vaina era que el carajo no sabía bailar, ni cantar, ni silbar ¡y sufría de laberintitis!

Argenis Serrano (de mi libro, año 2012)

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