El Hombre de Muy Mal Olor

Este señor iba por las calles con un saco, corbata, sombrero, camisa de vestir, zapatos de vestir, todos viejos, olorosos, almidonados de sucio, que se podían parar solos o ser la armadura de Iron Man con las costras de mugre.

Además del saco de vestir, llevaba otro saco a cuestas, un saco de yute que al ponerlo en el suelo, se detenía por sí mismo de lo cebado de grasa corporal que estaba por el paso de los años.

No es mentira, el señor no era el señor de las moscas, porque las mismas no se paraban en él, so pena de fallecer en menos tiempo del poco que tienen de existencia en éste mundo cruel. Cruel por el hedor del señor.

Cuando saludaba con su franca sonrisa, las personas soltaban lágrimas por el tufo que de él salía. Su presencia se hacía sentir desde unos metros atrás. El camión del aseo generaba menos molestias. De vez en cuando se rascaba las pompas y la imaginación colectiva siempre se iba hacia el lado de la sarna.

Su higiene personal, era el cuestionamiento de la interacción con el señor. En el pensamiento público se le veía durmiendo entre matorrales que se secaban, al pie de un río mugriento y comiendo lo mismo que los perros. Nadie se le acercaba a hablarle, excepto las buenas personas, los bomberos que buscaban bañarlo por obra social o la gente con sinusitis.

El exterior era el que hablaba y cada quien lo entendía como le salía del forro de la gana, como hacen con La Biblia y con los tuits o con las declaraciones de la oposición vista desde el departamento de manipulación y chantaje...digo, edición y montaje de los medios del Estado. Ese hombre creó una coraza y la gente no intenta traspasarla, más bien la aumentan porque es un escudo, que ataca.

El señor entró así, una mañana de un sábado bien temprano a una venta de repuestos. Un joven señor vendedor fue designado por sus compañeros indirectamente, para atenderlo. Y decimos que indirecto porque todos huyeron y él como venía del baño y con su pañuelo lleno de colonia, tardó en detectar la nube tóxica. Con su amabilidad y llanto inducido, le atendió.

El señor del saco y del saco, le pidió con amabilidad varios repuestos para carro. Desde la parte eléctrica hasta la bomba de gasolina, unas cosas de motor y más. Las peticiones fueron varias y el monto muy alto; con miedo, el vendedor le preguntó, ¿cómo va a pagar?

De su saco (el de yute), el señor sacó una lechosa, la puso en el mostrador. La primera impresión del vendedor fue, "¡ay, quiere un canje, ya viene el problema!"; luego (el señor), sacó unos periódicos viejos y luego, pacas de dinero muy bien acomodadas, de alta denominación, sin mal olor. Le canceló los repuestos, le dio una propina y le agradeció la buena atención aclarando lo siguiente:

"La gente me ve y huye, así como sus compañeros que están al fondo; usted pudo huir pero se atrevió y eso es bueno, aunque raro; mire, yo tengo varios carros acá en Caracas, tierras en el interior y todas las atienden mis hijos. A mí me gusta es recoger cosas y por eso ando así todo sucio, pero me gusta porque nadie sospecha que tengo real y no me roban ni me quieren joder". Ahora me voy a mi casa, me baño con agua caliente, espero a mis hijos y arreglamos los carros para seguir produciendo. Ya sabe para cuando yo vuelva. Y tome esta lechosa, que es de mi finca".

Moraleja: Espera a que la gente demuestre quién es, unque sí debes mantenerte alerta no te vayan a joder. No es fácil ni es sencillo, es más, ni sé cómo se puede hacer eso. Pero no sabes qué bien te hará alguien feo o sucio; a lo mejor el sucio tiene dinero y los feos, hacemos bien el amor.

Por cierto, el vendedor de repuestos era mi papá, ésto ocurrió en Caracas en 1976.

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