Chancletas, chanclas, ojotas, cholas, sandalias o flips flops, como sea que las conozcan, son parte de nuestras necesidades humanas más grandes en lo que va de la historia de la humanidad. Ustedes ¿se imaginan un mundo sin chancletas?, ¡yo la verdad que no!
En ese mundo apocalíptico nadie querría vivir.
En esa tierra de anarquía donde las madres educan a
chancletazos es donde vale la pena vivir, porque si a un niño o niña no le dan
con una chola, terminan siendo de esos individuos débiles conocidos como la “generación
de cristal” o terminan pegándoles a sus padres porque no saben de disciplina.
¿Y qué me dicen de esos que manejan sus autos en chancletas?, aunque pelen el pedal y hagan más insegura la conducción dándoselas de rebeldes sin causa siendo más bien unos mal bañados o creídas de que nada les pasa.
¡Nadie podría vivir así!
Esas leyendas urbanas del
muchacho que fue enviado por su abuela a que matara una gallina para ella
desplumarla y cuando él se la llevó y la señora sacó la primera pluma la
gallina se le vino encima, eso quedaría como una fábula poco creíble.
Porque la base de esa
narración es que la señora le preguntó al nieto que cómo revivió esa gallina y
éste le respondió que él no sabía, que él le dio un chancletazo y la vio muerta
a lo que la señora le dijo de gafo y más porque así no se mataba una gallina.
En esta sociedad de
contrastes, las chancletas marcan la diferencia entre tener mayor
maniobrabilidad en una moto usando calzado y bajarla usando chancletas toda
choretas y comidas, en especial cuando llevan a toda la familia en ese remedo
de vehículo.
Las chancletas juegan un
papel preponderante en la unión familiar en ese caso, debido a que al
resbalarse por usarlas manejando, el conductor puede usar a la familia como
bolsa de aire.
¡Sin las chancletas no se
podría lograr ello!
Y en el amor es también
incidente. Una prueba de amor es cuando el novio, amigo, pretendiente o
contacto pide a la chica una foto sexy u ésta le envía una foto en ropa corta y
usando unas crocs. Si no fuera por esta evolución de las chancletas a tamaño
Herman Munster, no se pondría a prueba la lívido y el amor del que obtiene tan
aberrante foto.
También cuenta a la hora
de salir con una mujer u hombre y ésta persona usa chancletas pero las va
arrastrando. Ese sonido que es el reflejo cruento de la pobreza y lo paupérrimo
es un adelanto al manicomio de vida al que se están entregando, acompañado del
sonido lastimero del desgano y la falta de clase, glamour y de todo.
La jubilación es una etapa
que si bien se ha vuelto triste por el vilipendio a nuestros anciano, ellos al
menos la salvan ajustándose a tradiciones que se unen a la chancleta petrolera,
una chancleta que no fue hecha para trabajar en campos petroleros, sino para
que éstos descansaran los ñames en sus casas luego de una gran jornada de
trabajo, no para actividades extracurriculares.
Esas chancletas
petroleras, de color negro como el petróleo o de color carey en homenaje a la
pelota, son parte del kit de jubilación que para hombre compone a un par de
éstas con una almilla, unas medias de lana de colores, un bóxer de cuadritos
con bolsillo trasero para llevar un periódico doblado.
Para las señoras, un par
de estas flamantes joyas de la resistencia, el alivio y consideradas por el
Kung Fu nacional como aliadas de los Nunchakus, Shuriken y el Bó, junto con una
dormilona.
El que algunas sin sentido
salgan con esa dormilona y las legañas en chancletas petroleras en la mañana a
hacer los mandados no implica que sea el uso correcto, aunque minimizan el
recalentamiento de los pies gracias al escudo protector hecho chancleta.
Las sandalias, las que
usaron los romanos, vilipendiaron los lord, usaron los llaneros en las guerras
de independencia, son ahora las compañeras de las mujeres que juran y perjuran
que tienen los dedos bonitos nada más porque están pintados y se bañaron, así
parezcan manos de cambures con inflamaciones.
Por el contrario, las de
los dedos bonitos, los ocultan, quizás porque las sandalias aumentan el riesgo
a darse contra algo y dañarles los pies, pero, sin esa adrenalina, ¿de verdad
vale la pena vivir?
Algunos modelos de chancletas separan tanto al dedo gordo y el dedo índice de cada pie que termina transformándose en una separación como la ruptura de un glaciar, una Y vial, una horqueta o una rinconada y cuando se calzan, los dedos en vez de agruparse y encontrarse, se amuñuñan y empieza una artritis chancletosa muy común por éstos lares.
No podemos despedirnos sin
darle loas a las chancletas con pelos y las Aloha, dos obras maestras que nos
acompañan aún sin que las llevemos puestas porque parece inevitable verlas en
el gusto de alguien que jura y perjura que ha hecho la mejor compra de su vida
y hay que respetárselo porque no todo el mundo tiene buen gusto.
Entonces amigas y amigos, ¿pueden ustedes vivir en un mundo sin chancletas?, a sabiendas que ellas nos hacen el día a día y propulsan al país.
Porque en efecto eso hacen, no sabemos
hacia dónde ni a qué fin, pero allí estarán siempre ellas.
Las bulliciosas, que
llaman a la pobreza, las que se usan donde no se debe y aumentan el riesgo, lo
que las hace más tentadoras; las de mal diseño, que se usan para destacar y
vaya que lo logran, y las convencionales, las que por ende son aburridas porque
sólo son para estar en casa y uso medido, además de que no se restriegan como haría
un llanero que se tuvo que comer a su caballo y volver a pie a casa con
tránsito de 5 días.
Si ese mundo sin
chancletas existe, la verdad que ya ni idea tengo de querer o no vivir en él.
P.D: Vayan nuestros
elogios a los niños que usan sus chancleticas que suenan como juguete chillón;
a las mujeres que tienen los dedos bonitos y te seducen con ellos usando
sandalias de buen gusto y que no las hacen sonar como partiendo cerámica.
Y a los hombres que no usan
chancletas para hacer trabajos de herrería, carpintería, mecánica y
electricidad, porque se nota que quieren vivir.
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