Con cariño a mis Vecinos queridos:
No
existe mejor motivo para la presente, que darles LAS GRACIAS, porque cada fin
de semana, con su música a todo volumen, no me dejan dormir. Eso me ayuda a
estar lo suficientemente alerta y considerar a cada día como uno laboral, en el
que me tengo que levantar temprano a laborar, eso que ustedes no hacen y espero
no sigan haciendo, quizá se les acaba la magia de la diversión, porque el
trabajo es así, crea responsabilidades que minimizan a la bohemia y diversión.
Me emociona enormemente escuchar cómo desde el edificio en el que viven a cuadra y media de mi casa, se escucha
claramente cómo espetan sus gritos estentóreos, tratando de emular e incluso
superar el sonido de las cornetas que tienen al lado; en ocasiones se oye cómo
quiebran vasos y botellas para darle un toque autóctono a la música. Mis
vecinos apreciados, si necesitan más botellas para partirse entre ustedes, no
duden en solicitarlas, todo porque cumplan sus sueños de drenar stress así sea
a botellazo limpio.
A golpe de tres de la medianoche, cuando el
sueño osa golpearme y derribarme en mi suave colchón y cómoda almohada, el
sonido de cohetes lanzados por ustedes me despabila, lo que me ha ayudado a
desarrollar una forma de atención tipo gallina en corral con luces encendidas que
está a poco de transformarme en un metahumano, tipo Batman. El que gracias a
mis vecinos yo evolucione en mi propio cuerpo, no puede dejar de ser agradecido
al menos setenta veces siete.
Ha coincidido que en esos fines de semana
he llegado a tener fiebre o dolor de cabeza y su música me empeora. Les digo,
por eso, mis vecinos, que lamento mucho que sepan eso. Afortunadamente el
malestar ajeno –mucho menos el bienestar- les detiene a ustedes en su misión de
alegrar a ese sector alejado del dios Baco.
En otras ocasiones, esos cohetes son más
bien disparos, lo que me ayuda a estimular mis reflejos y lanzarme al piso,
buscar protección y arrastrarme con los codos tipo comando. Ser casi un G.I. Joe latino, gracias a la
animosidad de mis vecinos, es motivo de orgullo y me hace agradecer al sistema
que nos haya reunido en un mismo lugar.
¡Y a música!, ¿Qué no decir de la música?,
es un orgullo que ustedes sean lo más mente abierta en este mundo y coloquen
una mezcla de música llanera venezolana intercalada con las finas composiciones
de Bad Bunny y un montón de vallenato que les hace llorar y gritar tantos
desamores que ustedes han tenido. El que mis vecinos drenes sus sentimientos,
es motivo suficiente para mí el estar tranquilo y auparlo, así sea cada fin de
semana cuando supuestamente yo debería descansar para rendir en el empleo.
Pero gracias a su actitud, que pone en
primer lugar lo que ustedes desean incluso por el bienestar de la comunidad; mostrando
verticalidad, ya que cualquier queja es acallada con beligerancia, insultos, amenazas
físicas y demás por parte de usted. Gracias a todo eso que hacen ustedes, mis
vecinos adorados, he aprendido a tener más tolerancia, fe y desear mucho que
más que una amenaza, el Apocalipsis se haga ya una realidad y estemos todos
igual ante la vida que se nos venga, esa, mis vecinos, en que ustedes seguirán
haciendo todo lo que les sale del forro de la gana, tal cual se hace en el
infierno.
Sigan pues, mis vecinos, haciendo sus fiestas
con quién sabe que fondos ya que de usual no trabajan. Espero que sus proyectos
de cornetas más grandes también se les anexen vuvuzelas. Y que puedan conseguir
a grupos de amigos a su altura: Gavilleros, ególatras, en fin, malandros sin
tabú y que además tengan los gustos musicales más halados de los pelos y que
suenen con estridencia por 12, 24 o 48 horas seguidas cada fin de semana,
sumando los días en los que se hace puente.
Y espero, mis vecinos, que esas
celebraciones sean por fin temáticas, ya
sea un cumpleaños, una boda, un divorcio, una graduación o incluso celebrar la
primera quincena de sueldo de un empleo fijo y estable, algo que sería para
ustedes, mis vecinos, una novedad.
En fin, algo que justifique realmente el que
cada fin de semana les dé por gritar, cañonear, romper, activar las alarmas de
los carros, darse unos cortes con alguno de mis vecinos que son delicados y no
aguantan una privación del sueño y calma semanal por aquello de que estudian,
trabajan, tienen gente enferma o niños pequeños en casa o se apegan a ese fútil
derecho ciudadano a dormir en paz (gente débil, no los determinen), perjudicándoles
a ustedes mis vecinos que sí saben vivir la vida loca.
Y espero que ahora que tienen un Home
Teather y micrófono, esa muela en el oído y voz de pollo ronco no les cohíba
para pagar sus despechos y creencias de saber cantar en el karaoke que están
montando. Y que el anís, cocuy, ron sin marca y cerveza caliente que toman, les
siga explotando tal cual les revienta el cogote, ya que eso es lo que le da
sabor al asunto.
Espero pues, mis vecinos queridos, que
sigan así; y que la vida les dé el doble de lo que al entorno, le dan.
Humoristech
o Argenis, para mis vecinos queridos.
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