Serie de post especiales
para mí y sin sentido alguno para usted que los lee, referentes a cosas que han
marcado mi vida en estos 15 años de existencia de El Blog de Humoristech sin CIA.
Sushi y Focaccia
Una de las cosas más
deliciosas del Sushi es que no a
todas las personas les gusta, así que aunque lo lleves a casa, oficina o
fiesta, no te lo comerán. Quizás le echen mal de ojo, pero no lo comerán.
Pocas personas conozco yo
con tan buen gusto por este platillo japonés. He sabio de mujeres que dice, ¡Ay
no, es que el arroz me tapa! O, ¡prefiero el pescado frito! Y un sinfín de
cosas que avergüenzan pero que salen baratas. Allá ellas, que gustan de comer
arroz con sardina de lata.
Pero a las que sí les
gusta, evito invitarlas porque el sushi aparte de caro, hay que comerse al
menos dos bandejas para saciarse. Si tienen wasabi o la otra ensalada picante
que no recuerdo el nombre ni lo voy a buscar, mucho mejor.
Y hasta se han hecho parte
de nuestra idiosincrasia con el plátano
roll hecho con pedazos de tajadas y como he dicho antes, una comida con
tajadas, es una comida completa.
Así que seguiré mostrando
mi finura, buen gusto y distinción comiendo sushi, aunque lo hago con tenedor
porque tengo pulso de árabe abandonado
en el Polo Norte y no puedo dominar los palillos.
En lo que respecta a la Focaccia, he notado que muchos no la
conocen y se la están perdiendo. Ella, en términos sencillos, es como esos diseñadores
de interiores que no tuvieron la suficiente hombría ni ganas de estudiar para
ser arquitectos.
En este caso, la Focaccia
no tuvo las intenciones de ser como la Pizza… ¡y realmente no importa!, porque
su sabor a orégano, albahaca, tomates deshidratados y la versión maracayera de
abrirla por un costado a toda su extensión, rellenarla con jamón y queso
amarillo y darle otro golpe de horno, lo que da es más hambre ahora que lo escribo
y usted que lo lee.
Es otro de esos platillos
que supera la rutina de hamburguesas, pizzas, perros calientes, pollo frito y demás
comida rápida que casi no compro porque ando gastando el dinero en comida para
la casa, como buen hijo que le gusta comer y si no aporta, no come.
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