Vi a un hombre bailando en un andamio

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Sí, vi a un hombre bailando en un andamio, de esos que se arman y desarman como Montaña Rusa de feria portátil y con el mismo nivel de inestabilidad y peligro.

Sorprendido, le hice señas al hombre de que se fijase o recordase dónde estaba. Él, empezó a hacerme señas de que no entendía y me le acerqué, se bajó -dejando a su compañero que estaba sentado comiéndose una arepa- para explicarle que estaba poniendo las dos vidas en riesgo.

Tampoco entendió, porque se molestó y me increpó con aquello de “¿A ti qué te importa eso, mano?”, lo que me molestó porque no soy su mano y tampoco acepto que cualquier guamuro e isoporuco me hable de tú.

Le comenté que la estabilidad del andamio donde bailaba la música que sonaba en algún apartamento del edificio donde estaban pintando, abusando de la normativa municipal como hace la mayoría de venezolanos faltos de unos correazos y disfuncionales, le podía hacer caer.

¿Y?, fue su respuesta altanera. Le respondí sin ofuscarme:

“Está a unos 3 metros de altura, lo que, de caer de pie, le crearía una torcedura tipo caída de moto con la necesaria colocación de yeso, clavos y tener la pierna en alto, además de una operación que podría ganarle el apodo del cojo, según la pericia del traumatólogo.

Incluso la pierna se le podría ir hasta el Píloro y crearle una perforación que podría reducirle la estatura así como la vida. (Yo sé que eso podría no suceder, pero la gracia es asustarlo mucho, aunque no sepa dónde le queda el píloro, seguramente imaginará que el hueso de la pierna se le va a meter por el recto).

De caer de sentón -proseguí-, podríamos suponer que el impacto le haría salir la pepa de la bailarina por la jeta y en WhatsApp habría que escribir “cadera salió del grupo” y que estaría confinado a una silla y que más nunca tendría una erección. El pintor de brocha gorda peló los ojos entre indignado y molesto y para mis adentros me dije que ya le estaba convenciendo de su error. Bueno, más exactamente me dije, ¡Lo tengo chorreado!

Le aclaré que sí caía de manos, se le quebrarían de manera retráctil como cuando una enrolla a su tamaño original un paraguas de cartera o la impresión visual que se da cuando un recogelatas aplasta una lata de cerveza.

Y que por ello, no podría hacer nada en su casa y su mujer lo dejaría por el come muslo y sus hijos no lo atenderían y su mamá le atendería pero reprochándole que por estar bailando en un andamio ella tiene que estar haciendo más oficios. Además, de que en sus cumpleaños no le harían torta porque nadie estaría a su lado por improductivo, con todo y que sería más fácil clavarle la cara en la torta, ya que no podría meter las manos.

Por último, sí caía de cabeza, además de la contusión que lo tendría en coma y estaría agotando el dinero familiar que no hay, la indignación de que llegase a ese estado por la irresponsabilidad de bailar en un andamio de tubos mal conectados, es que lo maquillarían y harían TikTok con usted colocando cualquier audio ridículo para que fuese un meme y al menos monetizar para comprarle los pañales y alimentarlo por un tubo en la boca, sino es que en el recto”.

Sin terminar mi exposición de motivos, noté que el hombre -al parecer- se arrepentía de su acción. Le hacía señas a su compañero de que tuviese cuidado y que no bailara en el andamio. El compañero se bajó porque tampoco entendía señas. Lo hizo bailando, porque la mala maña se pega.

Aclarado todo, ambos me felicitaron y se disculparon por la acción irresponsable y prometieron hacer todo con más seguridad y responsabilidad, por su salud y para que sus familiares y amigos no los volvieran un chiste andante en castigo.

Antes de despedirme argumenté una última razón que pensé que les convencería y se las hice saber:

“Les increpé el que no bailaran en el andamio, porque yo estaba pasando por allí cerca de ustedes y sí bien no me iban a caer encima, me iban a hacer testigo de su caída y eso no me iba a dejar dormir. Peor aún, iba a tener que llamar al 911 de Emergencia y vendría la policía a interrogar sobre el cadáver y, sí hay algo que me fastidia mucho, es que la policía me esté interrogando por ser testigo de las estupideces ajenas”.

Ambos pintores comenzaron a corretearme hasta que no pudieron alcanzarme. Seguro estoy que esa última explicación les molestó desde un principio, porque no saben qué significa la palabra “increpé”. Además de irresponsables, son incultos y malagradecidos.

Argenis Serrano - @Humoristech 

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